El cine neorrealista italiano ha sido elevado al concepto de estilo artístico del séptimo arte. Su origen se encuadra en los años inmediatamente anteriores y posteriores al fin de la Segunda Guerra Mundial (1939-1945).
¿Movimiento o escuela?. Si atendemos al puro concepto cinematográfico, nos hallamos ante un tipo de cine desarrollado por una serie de directores y autores en forma de acciones colectivas e individuales. Reacción declarada al régimen fascista de Mussolini, que Italia sufrió desde 1922 a 1945, y que concluyera con el fusilamiento de éste al norte de Italia mientras trataba de huir camuflado con soldados a la neutral Suiza. En este caldo de cultivo surgió el llamado “nuevo cine italiano”, que emprendió rumbos estilísticos totalmente distintos a los políticamente correctos de la época de la hegemonía fascista.
No es árbol el cine de un solo fruto: Junto al neorrealismo, aparecieron dos corrientes cinematográficas con el mismo denominador común: la oposición al cine propagandístico del régimen. La primera, es la llamada corriente de los calígrafos, donde destaca el director Alberto Lattuada (Giacomo el idealista, 1943) y cuyo rasgo principal era la adaptación de obras literarias antiguas al medio audiovisual, corriente ésta muy al gusto de los primeros pasos cinematográficos ítalos. La segunda, es la línea de la objetividad documental, denominada así por su enconada crítica a la objetividad oficial (marcada con la figura del héroe) que llevan a cabo. Sin embargo, “il nuovo stilo” que más repercusión tuvo en el cine extranjero y que produjo mejores largometrajes es el Realismo Nuevo (“Neorrealismo” como denominación del nuevo concepto).
EL TÉRMINO
El nombre de neorrealismo fue utilizado por primera vez por el intelectual Norberto Barolo, para referirse a una película francés (El muelle de las brumas, 1938, de Marcel Carné) que más tarde se encuadró dentro del otro realismo, el tildado de poético (descripción de la realidad utilizando la sensibilidad propia de la poesía).
No obstante a quien consideramos como avanzado y que aplicó el término neorrealismo a la nueva corriente cinematográfica surgida en la Italia de la posguerra fue Umberto Bárbaro, crítico y guionista de cine que recuperó el término de Barolo en un artículo de la revista II Film (Roma), en 1943. Bárbaro analiza en el artículo “El muelle de las brumas” lo interesante que sería tratar la realidad del mismo modo que se hace en la citada película. Fue un hallazgo casual, pero muy efectivo. Se denominó neorrealismo porque se trataba de un "nuevo" realismo italiano (en este sentido, el maestro Visconti rechazaba absolutamente el prefijo "neo") que nada tenía que ver con el realismo de la época silente italiana (títulos como Assunta Spina, de Gustavo Serena, y Sperduti nel buio, de Nino Mortoglio).
Al contrario que en otros países como Francia o la antigua Unión Soviética, en Italia no se heredó la influencia de los grandes directores rusos como Pudovkin o Eisenstein, sino que apareció un estilo estrictamente nacional, intransferible e italiano. Así, en cada una de sus obras se respira esa "italianeidad", tanto en el aspecto formal como en el temático.
Es importante entender que el prefijo "neo" no se refiere a las obras nuevas del cine italiano en relación a las del período anterior a la guerra, sino a la nueva realidad (quizá antigua como la vida misma, pero sin los edulcorantes de los fascios de combattimento) de la vida nacional que se convirtió en el tema por excelencia de esta corriente cinematográfica.
El neorrealismo cambia la visión de la séptima arte como mera forma de distracción para, haciendo honor a su nombre, convertirse en una herramienta de polémica y crítica social a la situación de posguerra que sufrió Italia durante y sobre todo tras la Segunda Guerra Mundial.
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