10/11/11

La mirada de Miss Davis


No lo voy a negar. Bette Davis es mi actriz favorita.

Hace ya poco más de un siglo, una mujer rubia, relativamente bajita, de mirada saltona y cara de pocos amigos, irrumpió en lo que se conocía como el star system de Hollywood, instalándose en primera fila con determinación y carácter. A simple vista parecía frágil, pero resultó de acero.

Bette Davis no era una belleza ni necesitaba serlo: para eso estaban las otras, las lánguidas, las chicas bien o las chicas de la casa de al lado. Poseía una de esas miradas que te hipnotizaban, que te hacen plantear si te está mirando con odio, asco, o con simple preeminiscencia.

Pero... ¿cuál es el leitmotiv de la ya famosa mirada de Miss Davis?

Obviando ese deje que siempre le ha caracterizado, mucha de la culpa de su mirada la tiene un incidente acontecido el día de Navidad de 1919. Mientras encendía las velas de su árbol de Navidad, una de las cerillas le cayó en su vaporoso vestido de seda y se prendió fuego en cuestión de unos segundos, alcanzando su larga cabellera. Bette fué auxiliada rápidamente por su madre y conducida a un centro hospitalario en donde la recomendaron lavarla con agua y ácido bórico. Y así, durante quince días, su madre le lavó los ojos quemados y le puso compresas de ácido bórico que, aunque impidieron que se generase una infección, le destruyeron toda la capa externa de la piel e hincharon sensiblemente sus globos oculares. La consecuencia fue increiblemente beneficiosa, ya que su piel se volvió tersa, aunque delicada, y sus ojos saltones sobresalieron entre sus párpados hastar darle esa mirada déspota con la que es recordada.

¿Hasta donde hubiera llegado Miss Davis sin esa caída de ojos?, ¿Le benefició o le perjudicó?

Nunca lo sabremos. Mejor.

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